Greenpeace lo hace bien alguna veces, este es un claro ejemplo. No es necesario pedir dinero para crear conciencia del mal que le hacemos al mundo y a los que viven en él.
Cuando yo era chiquita recuerdo que de grande quería ser bombero, chef, policía o pintora. Muchas profesiones completamente diferentes, pero todas blancas y con un fin personal.
Pensaba que el traje de los bomberos era lindo, sobre todo las botas, según yo cocinaba bien porque el cereal con leche no se hacia aguado, parecía que los policías eran seres buenos y no narcotraficantes y se me antojaba ser pintora porque según yo pintaba bien. Hoy, me doy cuenta de mi inocencia.
Estos niños modernos, que han crecido en medio de un ambiente violento y contaminado, buscan en sus profesiones hacer el bien aunque para ellos hacer el bien ya no es tan inocente y tierno como lo era para nosotros.
Hacer máscaras de gas, ser enfermera para curar a los heridos en la guerra, encontrar la cura contra el cáncer y la más inocente pero realista al mismo tiempo; ser astronauta para poder salirme de este lugar.
No podemos sentirnos orgullosos de lo que las cabezas jóvenes piensan ahora.
Que alguien les devuelva esa inocencia que los caracteriza y los hace tan tiernos.
¡Que paren el mundo, me necesito bajar!
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